Arco romano
Erigido en el siglo I, este arco triunfal es el único en España con tres vanos. Diseñado siguiendo el modelo del Arco de Trajano, su ornamentación es modesta pero efectiva. El arco es el emblema de la ciudad de Medinaceli y sirve de modelo para los carteles que señalan monumentos nacionales en el país. Aunque el arco se encuentra en un estado de conservación razonable, su decoración ha sufrido desgaste debido a su función como entrada monumental a la ciudad. Esta ubicación estratégica no fue accidental; se eligió deliberadamente para que el arco fuera visible desde lejos como un símbolo romano. Además de su papel conmemorativo, algunos historiadores sugieren que el arco marcaba la frontera entre César Augusta y el legítimo monasterio de Clunha.
Construido completamente en sillería, el arco tiene refuerzos en sus uniones mediante aristas y mortero. Sus dimensiones son de 13,20 metros de largo, 8,10 metros de alto y 2,10 metros de grosor. La abertura central permitía el paso de carruajes y animales, mientras que las aberturas laterales más pequeñas estaban destinadas a peatones. Aunque las inscripciones en bronce en ambos lados del arco se han perdido, originalmente estas marcas detallaban la conmemoración del monumento. Desde el arco, las vistas panorámicas que rodean la villa son impresionantes. Situado a más de 1.200 metros de altitud, el entorno se extiende despejado, mostrando las colinas del Casco Antiguo (Occilis), los valles de Arbuxuelo y Jalón, y las salinas.
Puerta árabe
También conocida como la Puerta de la Villa, esta entrada es la más occidental de la ciudad y una de las puertas originales del primer asentamiento romano. Aunque su origen es imperial, la puerta tuvo que ser reconstruida y su función cambió durante el período árabe, lo que explica su nombre actual. A lo largo de los siglos, ha sido sometida a varias renovaciones que han modificado ligeramente su diseño original. En el siglo XII, tras la recuperación de la región por Alfonso I «el Luchador», la puerta fue renovada nuevamente. En 1370, cuando Medinaceli dejó de ser un concejo independiente y se integró en el Bernal de Berna, se llevó a cabo una nueva murallación de la ciudad, y es probable que en esta etapa las puertas adquirieran su forma puntiaguda. La última reforma importante se llevó a cabo en 1969. Debido a la falta de grandes espacios en la ciudad, los mercados solían ubicarse con frecuencia en esta zona.
La colegiata
De acuerdo con los documentos archivados por la Junta de Castilla y León, la construcción de la colegiata de Santa María de Asunción comenzó a principios del siglo XVI sobre los restos de un edificio medieval, concluyendo alrededor de 1540. A finales del siglo XV, Medinaceli tenía aproximadamente 12 parroquias románicas que servían para diversas actividades después de la Reconquista. Fue el duque quien solicitó al Vaticano que consolidara estas parroquias en una sola, la de Santa María.
Este edificio, de estilo gótico tardío, se erigió sobre una iglesia románica dedicada a la Virgen María, de la que solo queda la cripta situada bajo el altar mayor. Se puede acceder a la colegiata por dos puertas: una construida en el siglo XIX, orientada al sur, con un pórtico de tres arcos de medio punto; y la otra, conocida como la Puerta del Carmen, más sencilla y orientada al norte.
La puerta norte, también llamada el Carmen, destaca por un cuerpo que sobresale del plano del muro, con un arco de doble guillotina que proporciona sombra al óculo en la fachada. Esta puerta presenta un diseño con pilastras coronadas por pirámides y bolas, características del gótico tardío. El interior de la iglesia es notable por su reja gótica (1634), que cierra el coro y la capilla mayor, y por la hermosa talla en madera del San Cristo de Medinaceli, donada por los duques en el siglo XVI. Actualmente, la Colegiata está finalizando los trabajos de restauración e impermeabilización de su techo y pronto reabrirá sus puertas para fieles y visitantes.
Aula arqueológica
La Plaza Mayor de la Villa, construida sobre el antiguo Foro romano, fue el epicentro social y administrativo de Medinaceli. Hoy en día, sus más de 5000 metros cuadrados están rodeados por algunos de los edificios más imponentes de la ciudad, incluido el Aula Arqueológica. En su interior, se recrean eventos de las épocas prehistórica e histórica mediante reconstrucciones a escala real, maquetas de espacios públicos y privados, y numerosos paneles informativos. Este espacio ofrece un viaje en el tiempo que, al ingresar, presenta los aspectos más destacados de los asentamientos paleolíticos y neolíticos del Valle de Ambrona. Desde la recepción, se puede acceder a una sala dedicada a la época romana, que exhibe réplicas de una calzada romana, calles y una casa con pórtico, además de una reproducción del mosaico romano encontrado en la ciudad. Finalmente, una sala medieval muestra la interacción de diversas culturas que coexistieron en la región, con reconstrucciones de un aljibe musulmán, una sinagoga judía, una ermita y una necrópolis cristiana.
Alhóndiga
Los monumentos históricos de la villa sufrieron un grave deterioro debido a años de desatención, provocados por la despoblación y la crisis del modelo económico basado en la agricultura extensiva de cereales. Como resultado, varias edificaciones de interés desaparecieron para siempre. No obstante, en las últimas décadas, la Villa ha sido objeto de una intensa restauración, evitando la completa ruina del Palacio Ducal y renovando la Plaza Mayor y el empedrado de las calles.
Frente al Aula Arqueológica, se encuentra un pequeño edificio del siglo XVI, fácilmente reconocible por su fachada con doble galería, cada una con cuatro arcadas, y el escudo ducal que adorna su entrada. Este edificio originalmente funcionó como un almacén público de cereales; la planta superior se destinó a la Casa del Concejo, mientras que la parte trasera se convirtió en la cárcel del partido judicial.
En su fachada, se pueden observar placas conmemorativas dedicadas tanto al Cid como al poeta Gerardo Diego. Es probablemente la estructura más antigua de la plaza, y su construcción destaca desde el primer vistazo, siendo todavía el edificio más fotografiado por visitantes y turistas.
El Palacio Ducal
El antiguo palacio fue edificado alrededor de 1430-1435. Tenía una planta cuadrada, una sola planta de altura y dimensiones similares a las del palacio actual. Su diseño incluía un patio central rodeado por columnas y salas largas con habitaciones en los extremos. La fachada que daba a la plaza mayor tenía pocas ventanas, algunas con balcones, y una única torre orientada hacia la calle de la Azotea.
La capilla del palacio era amplia y albergaba un retablo con un cuadro del Greco, conocido por su “composición inusual”, que representaba la oración de Cristo en el Huerto de los Olivos. Además, las paredes estaban decoradas con otras pinturas devocionales de estilo flamenco.
Durante dos siglos, el palacio experimentó numerosas reformas y adiciones que alteraron significativamente su estructura original. En 1556, se construyó un pasadizo elevado para conectar el palacio con la Colegiata.
En 1623, Juan Gómez de la Mora realizó una renovación importante, modificando la fachada, la escalera y el patio, siguiendo el estilo herreriano del palacio de Uceda en Madrid. El sótano se destinaba a cocinas y almacenes, la planta baja albergaba las áreas de recepción y administración de la Casa Ducal, y la planta noble estaba reservada para la capilla, los dormitorios y los salones privados. Las torres se usaban para almacenar archivos, mientras que los altillos servían como habitaciones para el personal.
En 1979, el palacio fue declarado Monumento Nacional. En 1995, el gobierno regional y la Fundación de la Casa Ducal firmaron un acuerdo para convertirlo en sede de una biblioteca americana con 250 libros, un archivo documental de la Casa de Medinaceli, un museo arqueológico y una pinacoteca gestionada por la Fundación Dearte. Este espacio institucional del Ayuntamiento está destinado a dinamizar Medinaceli.
Los Mosaicos
La huella dejada por la civilización romana en su período imperial sigue siendo visible en las calles de la Villa. Al pasear por la localidad, se pueden observar vestigios como el arco, la fuente La Canal, la calzada romana y los colmenares. Sin embargo, los mosaicos son quizás los restos más emblemáticos.
El primer mosaico se encuentra en la plaza de San Pedro. Este mosaico está adornado con una serie de cenefas geométricas que incluyen sogueados, trenzas, cadenetas y triángulos dentados. En las esquinas del diseño hay siete casetones florales, y a los lados, bandas decoradas con motivos vegetales. El núcleo del mosaico está centrado en un espacio cuadrado, rodeado de conchas en los lados y casetones con flores de cuatro pétalos en las esquinas. Alrededor de estos motivos principales, hay casetones que representan cascos de guerreros, peltas con remates circulares y escudos con hachas de doble filo.
Este mosaico ha sido fechado en el siglo II d.C. basándose en las similitudes técnicas y decorativas con otro mosaico hallado en la calle San Gil. El fragmento conservado mide 6,20 por 5,50 metros, lo que representa algo menos de la mitad del mosaico original. El resto se encuentra debajo de una vivienda adyacente. El mosaico muestra una rica y variada decoración en colores como verde, negro, granate, blanco, amarillo y marrón.
El Castillo
El castillo de Medinaceli, situado en la parte más occidental de la antigua muralla romana y erigido en gran medida sobre una antigua fortaleza árabe, se encuentra aislado de los edificios cercanos por un área conocida como el Campillo del Castillo. Este castillo, datado del siglo X, tenía como función principal alertar a la guarnición de Medinaceli sobre cualquier movimiento en los valles circundantes mediante señales visuales. Hoy en día, solo quedan algunos vestigios de esta fortaleza, que tuvo una notable importancia durante la Edad Media.
Medinaceli fue el centro operativo de los musulmanes durante sus incursiones en la región del Duero. Almanzor, el líder musulmán, resultó herido en la batalla de Calatatañazor y falleció en 1002 mientras se dirigía a Medinaceli. La tradición local sostiene que está enterrado en un pequeño montículo cercano a la localidad, aunque algunos creen que su tumba se encuentra dentro de la antigua alcazaba.
Después de la conquista por Alfonso VI el Batallador en 1370, Medinaceli se convirtió en un señorío. Posteriormente, Alfonso VIII, sucesor de Alfonso VI, estableció el Condado de Medinaceli y lo entregó al Conde de Foix, quien estaba casado con doña Isabel de la Cerda. Un siglo después, los Reyes Católicos elevaron el título a Ducado, marcando una nueva etapa en la historia de la localidad y configurando el diseño urbano que perdura hasta hoy. Entre los restos que se conservan se encuentran los cimientos de una torre en una colina rocosa, además de dos grandes aljibes, vestigios de habitaciones y escaleras, todos excavados en la roca.
El castillo fue erigido sobre la fortaleza árabe, de la cual solo se conservan las caballerizas subterráneas. Está construido con sillares, con una planta cuadrada, una torre del homenaje rectangular y torreones circulares en tres de sus esquinas. En la actualidad, el castillo sirve como el cementerio de la Villa.
El Convento
En la Villa de Medinaceli, el único convento que sigue existiendo tanto en su estructura como en su vida espiritual es el de Santa Isabel. Este convento, que fue erigido en la misma época y bajo el mismo orden que el de San Francisco, ha sido poco investigado. Los documentos disponibles se limitan principalmente a registros financieros y contables, así como a los libros de profesiones y tomas de hábito. No se dispone de una documentación exhaustiva sobre su historia y arquitectura.
En la mitad del siglo XVI, un incendio arrasó el coro y el archivo del convento. La reconstrucción de estos elementos fue posible gracias al apoyo financiero proporcionado por su fundadora. En los primeros años de existencia, la comunidad de clarisas tuvo varios conflictos con el cabildo de la colegial, especialmente en relación con los costos de los enterramientos en el nuevo convento. En mayo de 1569, se llegó a un acuerdo entre el abad del cabildo y la madre abadesa, estableciendo que solo los duques y sus familiares tendrían derecho a ser enterrados en el convento.
Durante la invasión francesa en noviembre de 1808, las monjas se vieron forzadas a abandonar el convento y vivieron de manera itinerante, siendo acogidas por vecinos y familiares de los pueblos cercanos. Su situación no se estabilizó hasta 1814. El convento fue despojado de sus objetos litúrgicos más valiosos durante esta época.
En la segunda mitad del siglo XX y en lo que va del XXI, la comunidad ha atravesado diversos altibajos, reflejando las dificultades que enfrentan muchas comunidades religiosas. Se ha observado una disminución en el número de vocaciones femeninas y un aumento en la edad de las religiosas. El convento recibe apoyo del Ayuntamiento para su mantenimiento y la comunidad actualmente se sostiene mediante la venta de dulces de alta calidad. Están asociadas al Convento madre de Soria y cuentan en la actualidad con 10 religiosas.